No debe despreciarse ninguna clase de información que
suministre el tacto sobre el mundo exterior. Tales datos ayudan a distinguir
las telas, diferenciar una hoja verde de una seca, la temperatura de un
alimento, el peso de un objeto, el material con que algo fue confeccionado,
etc.
Las sensaciones báricas o de peso dirán al ciego si su
vaso está vacío o contiene líquido y qué cantidad. También podrá informarle si
el embutido que lleva a la boca está bien cortado.
Sin embargo las sensaciones de la superficie cutánea tienen
un valor de información muy distinta, pues informan sobre las posiciones
espaciales y, por consiguiente, sobre las formas de los objetos.
El maestro hará bien en informarse de lo que la
Psicología nos enseña acerca del sentido del tacto:
- Que las diversas estructuras
de la superficie cutánea son muy desigualmente sensibles a estas
impresiones. En cambio las impresiones térmicas son percibidas con
particular claridad sobre la frente y mejillas.
- Que cuando la presión sobre
la piel es muy fuerte, la sensación es menos distinta. La sensación
localizadora del tacto es más fina si la presión es justa, suficiente para
causar una sensación táctil diferente.
- Que cuando el objeto palpado
se desplaza lentamente sobre la piel, la sensación de las posiciones espaciales
gana en precisión.
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